Me viene a la memoria un día
de cacería allá por Ciudad Real concretamente e la finca Pozo Esteban, (Castellar
de Santiago) junto con unos amigos de Madrid, Juan Carlos Torres y su hermano Alfonso,
entre otro cazadores de diversas comunidades, socios desde hacia años y buenos
conocedores de esas famosas tierras manchegas.
Solía ser una finca donde las perdices abundaban, y no precisamente de granja, también abundaban los conejos y liebres, sobre
todo la liebre “le-pus granatensís” dado
que el terreno era muy propicio para ellas.
Solíamos irnos el viernes por
la tarde, y una vez en la finca, lo primero que nuestro deber nos obligaba, era
sacar todos los bártulos del coche; escopetas, cartuchos, comida y mantas.
Una vez colocado todo y los
primeros cubalibres se dejaban ver en la pequeña barra del cortijo, empezábamos
a centrarnos en las primeras manos del día siguiente, como sortearíamos los
ojeos y que grupo le tocaría en suerte en ponerse en los puestos; una vez
realizado y con la mente puesta en ese día, nos tocaría en suerte el primer
ojeo, (en puesto), junto con Juan Carlos, Jaime Rodríguez, Manuel, su hijo
Antonio y un servidor entre otros.
Todo estaría preparado para otro
sábado de los ocho que cazábamos en la temporada, dado que los domingos, solo cazaríamos
el pelo, conejos y liebres, y los sábados pluma y pelo.
Llegado el atardecer, D.
Jaime Rodríguez Áreas, abogado de profesión y gran aficionado a los patos, decidió
al atardecer, ponerse a la espera en unas siembras de trigales rodeadas de
encinas, para ver si podía abatir algún que otro (Anatidei), pues son habituales verlos en las siembras con encinares,
al parecer! para comerse las bellotas, cosa que no sabia y que me explicarían allí…!
Abatiendo ese mismo día dos ánades reales, un macho y una hembra: Yo junto a Juan
Carlos, y un tanto sorprendido por el evento que se avecinaba, le acompañamos,
era mi primera vez que tenia ocasión de tirar un ave de esta índole, y una vez
puestos, e impresionado al no esperar esta modalidad cinegética, empecé a
escuchar los primeros cantos de estas formidables acuáticas, cada vez las oía
mas cerca y por encima mía, empezaba a escuchar los primeros disparos por la
zona de Jaime, veía alguna que otra sombra entre los encinares, pues era mas de
noche que de día, no podía concebir como se podría derribar un ave casi de
noche, y mucho menos escuchar unos pelotazos de tal calibre..pues al caer entre
los trigales, daba la sensación de que lo que caían del cielo era una especie
de meteorito con plumas, yo tuve la ocasión de tirar un par de ellos y por
supuesto, errando cada disparo, muy lógico a tener en cuenta, que jamás había practicado esta modalidad y
mucho menos con la luz que esta ocasión nos brindaba el cielo.
Ya bien caída la noche y
decidiendo volver al cortijo, previamente buscando los cuatro Anatidei y solo encontrado dos, decidimos celebrar estos lances con una buena comida y bebida en la acogedora lumbre que nos esperaba.
Grupo de cazadores en Pozo Esteban |
A la mañana siguiente, y después
de una previa resaca de la noche inolvidable, nos dirigimos hacia las manchas a
cazar, cinco ojeos debíamos realizar en puesto y otros cinco ojear, la cantidad
de perdices era envidiable, cada mano podían abatirse entre treinta y cuarenta
perdices mas otras tantas liebres y conejos con tan solo doce tiradores en cada
mano, (otros doce ojeando). Recuerdo en uno de los ojeos, donde abatí ocho
perdices, tres liebres y un conejo, escuchando a lo lejos entre mis compañeros
de cacería, olee tus criadillas..por no decir huevos..! en definitiva, fueron
tiempos que no puedes olvidar, donde cada fin de semana podíamos abatir mas de doscientas
perdices autóctonas, mas de ochenta conejos y unas liebres que por desgracia,
cada día se ven menos, como también por culpa de un sistema político
inapropiado, cada día podemos cazar como antaño, ricos y de mediado nivel económico,
podíamos compartir esas cacerías medio económicas, ahora quien tiene, tiene
mucho mas, y los que casi tenían, no tienen naa..! amigos monteros.